Y pongo «estrategia» entre comillas, porque si algo define el sistema gasista español es la absoluta falta de planificación a largo plazo, y las continuas improvisaciones y huidas hacia delante. Los últimos años hemos asistido a continuos intentos de aumentar el consumo de gas, provocado por una mala planificación a la hora de firmar contratos take or pay con los suministradores. Este tipo de contratos obliga al comprador a pagar el gas comprometido, lo consuma o no. Normalmente va asociado a un precio de gas menor que el de mercado, pero un error en la previsión del consumo de gas puede terminar teniendo que pagar por algo que no has consumido.

Bajo esta necesidad de consumir la cantidad de gas comprometida, el desarrollo gasista en España ha seguido dos objetivos en paralelo:

  • Aumentar el consumo interno: en esta estrategia entran sobre todas las centrales de ciclo combinado construidas en los últimos años, que han hecho que en diez años se hayan construido 20 nuevos GW. A menor escala se han hecho grandes campañas de sustitución de calderas de gasóleo por gas natural o las campañas de subvención de cambios de motores de gasolina a GLP/gas natural
  • Convertir a España en un hub de distribución de gas natural: Por su posición en el mapa, tiene sentido considerar a España como una zona natural de entrada de gas a Europa, tanto para el gas de América, como para el procedente de África. Para el gas del Magreb ya está disponible el gasoducto con conexión en Tarifa y en Almería. Respecto al resto de zonas, se han contruido en los últimos años varias regasificadoras para la entrada de gas en barco, teniendo en la actualidad 7 plantas operativas, dos en proyecto en las Canarias, y la planta de Musel en Gijón que se encuentra paralizada por la justicia. El problema en este caso es la falta de conexiones internacionales hacia Europa, con sólo conexiones en Euskadi y Navarra, al tiempo que se está desarrollando la conexión también por Cataluña. En esta estrategia se marca también la construcción de grandes almacenes de gas para poder adecuar mejor los precios de compraventa internacionales, aunque esto va a ser tema de la siguiente entrada.

En definitiva, como resultado de unos contratos mal planificados, en lugar de haber intentado renegociarlos, o rebajarlos cada vez que finalizaran (aunque debido al carácter opaco de los mismos, es complicado saber cómo se han ido renovando), se ha seguido una carrera que pasa por la construcción de grandes infraestructuras, a pesar de la escasa capacidad de transporte internacional que disponemos, y el descenso del consumo de gas de los últimos años, tanto a nivel del estado como europeo.

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Aitor Urresti

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